Los paisajes más duros donde la maleza y el piso ofrecen las mayores dificultades a este animal noble, hosco, potente y valiente, también le ofrecen las mayores oportunidades de resguardo y alimento.
Es capaz de caminar en el más absoluto de los silencios entre el monte más espeso mientras oye el aullar de los perros o el berrear de los arreadores, y romper llevándose por delante ramas, troncos y arbustos, enfrentándose con sus potentes colmillos como navajas a los perros de agarre que lo acorralan hasta destriparlos.
Con su olfato privilegiado, este omnívoro se alimenta de guisantes, habas, maíz, centeno, bellotas, trufas o patatas, hierbas, raíces, huevos de perdiz; y, en igual medida, de gazapos, fruta caída de los árboles, topos o caza herida.